Así se siente ser un aficionado de la Selección de México en el Mundial de Brasil 2014


Hiram Soto

El bigote sí es de verdad.

NOTA: Todas las emociones expresadas en este comentario son una mentira del autor. El resto se basa en una historia verídica, con algunos episodios dramatizados para animar al lector a leer por lo menos la mitad de los siguientes 16 párrafos.

El 17 de junio es un día especial para mí. Aparte de ser el aniversario del día cuando llegue a un mundo casi tan redondo como un balón de fútbol, es también el día en que México enfrenta a Brasil en la Copa del Mundo 2014.

“Es un regalo, pero del diablo”, me dijo un pariente brasileño al enterarse que México enfrentaba al país de mi esposa en mi cumpleaños.

Se siente muy bien que México juegue contra Brasil en un mundial en Brasil, y que el juego sea en mi cumpleaños. Me siento tan libre de estrés como un vacacionista con pantaloncillos cortos en las playas del litoral sur de Sao Paulo, tomándome un coco bien helado.

Al cabo las derrotas de México nunca me causan el tipo de estrés que te hace aventar cosas, escupir malas palabras, deprimirte y nada de eso. Lo importante es que los muchachos se diviertan en la cancha y que los aficionados canten cielito lindo y hagan la ola.

Mucha gente se burló de mí cuando anuncié de niño que México algún día ganaría la Copa del Mundo, y que yo estaría allí para presenciarlo. Era la época del mundial de 1986, y México recién había perdido a penales contra Alemania en los cuartos de final. Así que el cinismo estaba a la orden del día.

Los sabios de la familia, como mi abuela, me decían que tenían toda su vida esperando ese momento. Me advertían que yo también pasaría toda mi vida esperando, hasta que un día me olvidara que existía un equipo que usaba playeras verdes, pantaloncillos blancos y medias rojas.

Mis tíos no dejaban pasar la oportunidad de recordarme: “México juega como nunca, y pierde como siempre”. Lo decían con tanto orgullo que parecía que inventaron esa frase. Después me daban una palmada como diciendo “pobre muchacho, tiene mucho que aprender”.

Sus agresiones verbales nunca me molestaron, y me encantaba escucharlos hablar mal de mi equipo mientras desacomodaban mi cabello con sus manos gigantes, como si fuera un perro pequeño con un copete irresistible. De hecho, cuando me acuerdo todavía me da mucha risa.

Mira: JAJAJA.

México tuvo un camino difícil a Brasil 2014. El equipo hubiera quedado excluido si no fuera porque Estados Unidos ganó un partido de último momento que alteró el algoritmo de las estadísticas, dándole el pase al mundial.

Yo estoy súper bien con el hecho que estamos en el mundial gracias a Estados Unidos, nuestro acérrimo rival. Este país un país me ha dado a mí y a mi familia, que estoy feliz que también pueda ayudarnos con asuntos relacionados al fútbol.

Thanks you very much, Team USA. We owe you one.

Quién sabe qué nos espera en este mundial. Si llegamos a pasar a la segunda ronda lo más seguro es que nos toque contra Holanda o España, dos potencias mundiales del fútbol. Después de jugar

Se siente muy bien que México juegue contra España, el actual campeón del mundo, o la naranja mecánica. Nada me haría más feliz.

Pero no hay por qué adelantarse. Primero hay que jugar contra Croacia, Camerún y por supuesto, Brasil.

Y hablando de Brasil, ya pedí el día libre en el trabajo el 17 de junio. Dado que mi familia es mixta (mi esposa es de Brasil, y mis hijas tienen pasaporte mexicano y brasileño), no puedo pensar en una mejor excusa para cambiar un escritorio por un asador.

El plan es hacer un asado brasileño y mezclar un poco de carne asada en la casa de mis suegros, y después destapar unas botellas bien frías de agua de cebada fermentada. Es un partido donde mis sentimientos estarán equilibrados porque técnicamente no puedo perder, ¿verdad?

El fútbol siempre me ha hecho sentirme como un ganador.

 

En defensa de la política exterior de Obama


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A ver quién cierra los ojos primero

Dicen que es un líder mundial débil, más dispuesto a negociar que a enfrentar a los dictadores y villanos del mundo moderno. Que porque prefiere formar una coalición internacional antes de intervenir militarmente en países como Libia. Que porque prefiere sentarse y firmar acuerdos con los iraníes para que abandonen sus ambiciones nucleares, en lugar imponer más sanciones. Que porque se rehusó a comprometer al ejército estadounidense en Siria a pesar de que ese gobierno cruzó “la línea roja” y usó armas químicas contra su pueblo. Y como prueba de su debilidad actual, argumentan, que porque permitió que el presidente de Rusia, Vladimir Putin, se robara prácticamente con impunidad un pedazo de Ucrania.

Sin embargo, las mismas personas que hoy en día critican cómo Obama se maneja en el mundo son las mismas que silbaban de alegría como si estuvieran en un partido de fútbol cuando los aviones y barcos estadounidenses iban en camino a Bagdad y Kabul, dos guerras innecesarias que costaron cientos de miles de vidas y billones de dólares.

Cuando se trata de política exterior, Obama es el presidente que dijo que iba a ser: cauteloso, estratégico y calculador.

Cuando eres el líder de la única potencia mundial que queda del mundo, es importante que le tengas bien tomada la medida al gatillo, o de otra forma terminas como protagonista en guerras innecesarias.

Algo ha de valer el hecho que gastamos más en nuestra defensa nacional que las 10 potencias militares del mundo combinadas, incluyendo China, Alemania, Francia y Rusia. Algo ha de valer que gastamos más en equipar a nuestros soldados que en educar a nuestros hijos.

Nuestro ejército siempre está listo para intervenir cuando existan amenazas que realmente cuentan. El caso del anexo ilegal de Crimea a Rusia es desafortunado y antidemocrático, pero hasta ahora la respuesta estadounidense de sanciones y aislamiento político es el adecuado.

Putin siempre tuvo una ventaja innata.

Crimea es un lugar sagrado para Rusia. Ahí tiene una de sus bases navales de mayor importancia. Muchos de los residentes de la península habla ruso. De hecho, esta península pertenecía a Rusia (la Unión Soviética se la regaló a Ucrania como símbolo de amistad)

Los rusos tomaron por sorpresa al mundo con su audacia y descaro. Pero si lo que querían era que Ucrania estuviera más bajo la influencia rusa, probablemente están equivocados. Ellos ahora tendrán que vivir con el hecho de haberse robado un territorio ajeno.

Sin duda el mundo está analizando los límites de la política exterior de Obama.

Corea del Norte está tomando nota conforme continúa armando su arsenal nuclear. Los iraníes estarán calculando qué sucede si rompen los tratados que firmaron. China se pregunta qué tanto se involucrará Estados Unidos en la disputa territorial que tiene con Japón. Los sirios podrían considerar usar armas químicas otra vez. Israel y Palestina seguro están haciendo sus propios cálculos.

Estados Unidos, a lo largo de su historia, ha demostrado que sabe actuar cuando debe hacerlo. A veces es un poco tarde, como ocurrió en la Segunda Guerra Mundial. A veces es demasiado rápido, como cuando ocurrió en Irak. Pero tarde o temprano desata su poderío económico, político y militar. Los mejores presidentes son los que lo hacen en el momento adecuado.

Rusia siempre ha sido un país errático con un profundo complejo de inferioridad ante el mundo industrializado, especialmente después del colapso de la Unión Soviética. Ése es problema suyo. Estados Unidos hace bien con seguir el estilo “lento pero seguro” de Obama.

La paciencia, la planeación y el cálculo siempre serán más fuertes, por lo menos largo plazo, que la fuerza bruta de un cañón.

Las canchas de fútbol son el frente de batalla contra padres controladores


Camila

Las niñas de entre cinco y siete años corrían por el campo con la misma coordinación que una pandilla de gatos ciegos tras un ratón astuto. El balón de futbol se estrellaba más contra sus piernas que sus piernas contra el balón.
Entre el caos estaba una niña con una playera color de rosa y calzoncillos negros parada en el centro del campo. Ella parecía estar más interesada en la impecabilidad de su cabello lacio y güero, y en el contraste de sus tacos negros y brillosos contra un césped verde oscuro y ligeramente húmedo.

Ésa era mi hija.

Titubeé por unos momentos. No sabía si reír o llorar. Si exigirle a gritos como acostumbro a hacerlo con mis compañeros de futbol cuando juego los domingos, o si era mejor guardar silencio. Decidí no decir nada ya que había otros padres de familia a mi alrededor. Me daba pena decir algo.

Sin embargo, caminaba inquieto por la línea de banda, como un ladrón nervioso en un Walmart. Un entrenador de futbol se acercó para conversar con mi esposa y conmigo, y casi inmediatamente después de presentarse comenzó a hablar sobre el “código de conducta” de los padres.

Dijo que los adultos deberíamos ser modelos a seguir y evitar comportamientos inapropiados como gritarle a los niños como si fuéramos sargentos del ejército entrenando a reclutas recién llegados a la academia. Dijo que tampoco deberíamos gritarle a los entrenadores o réferis.

Fue cuando descubrí que me encontraba en el frente de batalla contra padres obsesivos y controladores, que con mayor frecuencia comienzan peleas que terminan en los noticieros de la tarde o en videos en YouTube con millones de vistas.

Ya no es raro ver peleas entre padres de equipos opuestos en partidos de niños, incluso cuando tienen cuatro y cinco años y apenas saben patear un balón. O incluso padres que hacen justicia con sus propias manos y la aplican a los entrenadores después de un partido de futbol. A veces hasta la policía debe escoltar a los réferis después de un partido, como si fuera un juego de segunda división en un campo en la periferia de la ciudad.

El problema es tan grande que hoy en día algunas ligas obligan a los padres a tomar cursos sobre cómo comportarse en los partidos como condición para que sus hijos participen en los deportes escolares. Lo hacen para evitar agresiones contra entrenadores y réferis, y también para proteger a los pequeños.

HBO recientemente lanzó un documental titulado Trophy Kids (Niños trofeo) en el que se relata la historia de varios padres obsesionados con que sus hijos sean deportistas estrellas, y los métodos brutales y contraproducentes que utilizan para presionarlos a dar el máximo.

El documental contiene agresiones verbales de padres en público tan difíciles de creer que dan pena ajena, y de jóvenes deportistas hechos pedazos por las actitudes infantiles de sus papás, tanto dentro como fuera del campo.

Todo esto me llegó a la mente mientras escuchaba al entrenador del equipo nuevo de mi hija hablar sobre sus guidelines para padres de familia. Quizá alcanzó a ver algo en mi inquietud corporal que le decía que podía ser un problema en algún futuro, y decidió tomar la iniciativa.

No lo culpo.

Durante su primer partido me quedé con las ganas de gritarle a mi hija desde la banda para que pusiera atención al balón, que le pasaba por los lados como el tráfico le pasa a un oficial que dirige el tráfico en medio de una intersección.

Pensé en decirle que dejara de jugar con su pelo, que volteara a ver el balón y no a nosotros y que tuviera cuidado con la chica con el número ocho en la espalda del equipo contrario, que parecía que tenía la pelota pegada a sus pies.

Durante el medio tiempo decidió ir al baño y se tardó tanto que se perdió gran parte del segundo tiempo. Seguramente pasó tiempo de más viéndose en el espejo, admirando cómo lucía con el uniforme puesto. Al terminar el partido decidí quedarme callado.

Le pregunté si se había divertido. Contestó que sí.

Preferí guardarme el sermón para otro día.

Cuando se trata de legados, el apellido es lo de menos


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Mi apellido es también una salida de una autopista.

Me encanta mi apellido, Soto. Es corto, sencillo de escribir y fácil de pronunciar. Tanto así que hasta el barista menos apto para las letras y las lenguas de Starbucks pronuncia mi apellido a la perfección cada vez que mi café está listo.  

No puedo decir lo mismo de mi nombre, Irán, digo Hernán, perdón, quiero decir Iván, digo, Harim… Bueno, tú me entiendes.

He estado pensando mucho en el significado de los nombres desde que un buen amigo me contó que pensaba cambiar su apellido paterno por su apellido materno.

Resulta que, por cuestiones de las reglas machistas de nuestra sociedad, su apellido materno está en riesgo de desaparecer debido a que no hay otro varón en la familia que le dé continuidad. Él está por tener su primer hijo, y de cambiarse de apellido, su hijo podría ser la persona que reviva el apellido.

Hay algo muy noble en heredar un apellido, de pasarlo de generación a generación, como si fuera un objeto en una carrera de relevos. Podría ser fascinante imaginarse que un bisnieto algún día desempolve una caja adentro del baúl más viejo de la casa, guardado en la esquina más oscura del sótano y se encuentre con fotos y documentos de ancestros con el mismo apellido. Quizá se encuentren con el nombre de uno, y le pregunten a alguien si alguna vez nos conoció, como éramos, qué pensábamos, qué hicimos de nuestra vida.

Hace tiempo, sin embargo, empecé a cuestionar el lazo entre los apellidos y los legados. En parte porque soy padre de tres hijas, y sé que el apellido Soto tarde o temprano desaparecerá de su linaje familiar. Ellas, cuando se casen, seguramente terminarán dándole continuidad a otros apellidos como Smith, Sadowsky o Sánchez.

Quizás fue un método de autodefensa existencial, pero dejó de importarme mi apellido. En parte porque mi abuelo materno, a quien nunca conocí, y del cual no llevo su apellido, fue una de las personas que mayor impacto tuvieron en mi vida. Era una persona culta que alguna vez fue periodista y que tenía una gran apreciación por la música. Él le inculcó el amor a la música a mi mamá, y ella nos inculcó la música a mí y a mis hermanos a través de clases de piano, flauta, violín, violonchelo y trompeta.

Podría decir que cambió la trayectoria de nuestra familia, porque la música es parte indispensable de nuestras vidas. Mi hermano mayor, por ejemplo, es el concertino de la Orquesta de Baja California. Yo, por mi parte, me cuelgo la guitarra casi diario y me aviento unas dos o tres canciones a pulmón abierto, como si en verdad quisiera ganarme la propina. Mis hijas, por cierto, están en clases de música.

Una vez que me convertí en padre descubrí que más que el apellido, nuestro verdadero legado está en los valores que les pasamos a nuestros hijos y en los buenos hábitos que les ayudamos a cultivar. Nuestro legado se pasa momento a momento; en la forma en que los tratamos, si les tenemos paciencia o si perdemos la cabeza, si les hablamos golpeado o suavemente, si los disciplinamos o los dejamos hacer lo que quieran, si les inculcamos un amor por las artes, un deseo de superación tanto académico como personal.

A final de cuentas, ellas van a encontrar parejas con esos mismos tipos de valores con quien buscarán formar una familia. De la misma forma que los tratamos nosotros ellos tratarán a nuestros nietos, y el círculo se repite con los nietos, los bisnietos, etcétera.

Quizás uno de esos bisnietos algún día desempolve una caja adentro del baúl más viejo de la casa, guardado en la esquina más oscura del sótano, y se encuentre con fotos y documentos de sus ancestros, de un tipo que se llamaba Irán, Hernán, Iván, Harim o Hiram o algo así. Quizás se entretenga unos minutos, pero para entonces nada de eso importará. Quizás cuando termine subirá las escaleras y se irá a su sala, donde sacará su instrumento y se pondrá a practicar, aunque sea por unos momentos.

El ‘Chapo’ da para 59 películas, 6 novelas y 301 narcocorridos


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Jack Black es otro candidato para el papel del Chapo.

Mientras aún nos hacíamos la idea de que Joaquín El Chapo Guzmán, el líder del Cartel de Sinaloa, estaba finalmente tras las rejas, Entertainment Weekly hacia una encuesta en su sitio web sobre quién podría protagonizar en una película al capo más poderoso del mundo.

¿Benicio Del Toro? ¿Demián Bichir? ¿Diego Luna?

Todos son excelentes candidatos, aunque tengo una ligera preferencia por Del Toro, quien hizo un muy buen papel en Traffic, donde interpretó a un policía que hace un trato con la DEA para desenmascarar a oficiales mexicanos de alto rango inmiscuidos en el narcotráfico.

Hollywood es lo primero que me viene a la mente cuando pienso en Joaquín “El Chapo” Guzmán, quien fue arrestado la semana pasada por soldados de la marina mexicana en un edificio de departamentos en Mazatlán, Sinaloa.

No es por trivializar el tema, pero esta es una película que ya vimos: las autoridades arrestan, matan o dan con un narcotraficante de alto rango (véase Pablo Escobar, Amado Carrillo Fuentes, Ramón Arellano Félix, los hermanos Beltrán Leyva, etc.), pero el flujo de drogas jamás se interrumpe.

Los productores siguen cultivando o procesando droga, los distribuidores siguen transportándola de un lugar a otro a escondidas y los chicos en las esquinas de las calles de Los Ángeles, Chicago y Nueva York siguen vendiéndola en bolsas de plástico diseñadas para conservar la frescura de un sándwich. Por su parte, las células de los carteles continúan con sus campañas de extorsión, secuestro, asesinatos, corrupción y tráfico de drogas.

En otras palabras, para lo único que sirven estos arrestos es para darle un poco de entretenimiento a nuestras vidas aburridas. Y qué mejor que un personaje como Joaquín El Chapo Guzmán, quien escapó de una prisión hace más de 13 años en un carrito de ropa sucia.

Un guionista talentoso de Hollywood podría hacer una película solamente sobre su fuga de una prisión de máxima seguridad en México, y sobre los niveles de corrupción en los diferentes niveles del gobierno mexicano que permitieron que se escapara.

La revista de televisión, 60 Minutes, por ejemplo, podría hacer un documental sobre las narco modelo de México, incluyendo la esposa de Guzmán, Emma Coronel, quien fue una reina de belleza local en Sinaloa. CNN podría salir con un programa de una hora en donde se detalle con gráficas sofisticadas al estilo Osama bin Laden los túneles que conectaban las siete propiedades de Guzmán, los cuales utilizó para escapar por lo menos una vez de las autoridades mexicanas en Culiacán.

Algún hijo de Guzmán podría publicar un libro sobre la experiencia de ser el hijo del mítico capo mexicano, de la misma forma que Juan Pablo Escobar hizo el documental Pecados de mi padre sobre el mítico y desaparecido narcotraficante colombiano Pablo Escobar.

Univisión el mes pasado anunció la compra de los derechos de transmisión de una serie de televisión llamada El varón de la droga, que se inspira en la vida de Guzmán para darle competencia a Telemundo y a su exitosa telenovela La reina del Sur con Kate del Castillo.

Yo no soy mucho de películas, de Hollywood y de todo eso, pero consideraría seriamente la invitación a un rol en alguna de estas películas, digo, por si algún guionista está leyendo esto.

Me gustaría, por ejemplo, ser uno de los soldados de la marina que aparecen con el rostro tapado mientras suben a Guzmán a un helicóptero militar, pero no el que lo agarra del cuello porque no quiero ser el blanco de represalias. Siempre me ha gustado la idea de portar un uniforme y tener un arma larga, como en las películas de acción, especialmente cuando hay un helicóptero cerca.

Pero quizá sea mejor dejarles ese trabajo a los actores profesionales. No sé tú, pero Benicio Del Toro podría sacarse un Óscar. Sería justo dado que se lo robaron con Traffic.

Una carta abierta a Santa Claus


ImageQuerido Santa Claus,

Recuerdo la última vez que te escribí una carta. La lámpara de mi escritorio era la única luz en la casa. Todos estaban dormidos. Para mí era difícil dormir porque sentía que estaba listo para escribirte, y hasta la fecha, cuando estoy listo para escribir algo, no hay modo de hacerme esperar. Recuerdo haberte redactado un mensaje largo y detallado sobre por qué deberías traerme un videojuego, y lo justificaba con ejemplos de mi buen comportamiento. 

Han pasado décadas desde aquella vez, pero hoy me encuentro nuevamente escribiéndote una carta. La única luz aparte de la pantalla de mi computadora es la que viene de un árbol en la sala. Está tan grande y fresco que todo nuestro hogar huele a bosque. Es como si tuviéramos uno de esos ambientadores de autos de forma de pino, pero para la casa. Tiene esferas rojas y verdes, y luces pequeñas de varios colores. Cuatro guirnaldas plateadas abrazan el árbol, como una bufanda cubre un cuello en una noche fría.

Por muchos años la Navidad dejó de ser ese día festivo que anhelaba tanto como niño. Después de salir de la casa de mis padres, rara vez compré un árbol de Navidad. Las pocas decoraciones que tenía vivían en un baúl empolvado de recuerdos en la esquina más inaccesible de la cochera.

Sinceramente me molestaba ver decoraciones navideñas en todos lados, así como sentir la presión de comprar regalos a todo mundo. Los comerciales en televisión recreaban situaciones que buscaban persuadirnos de abrir la cartera, por lo que a veces prefería no ver televisión. No regalaba nada a nadie, y prefería que nadie me diera nada.

Esto continuó por un tiempo incluso después de que tuve a mis tres hijas. Seguro ya las conoces porque te han escrito varias cartas. Una de ellas incluso te redactó un mensaje largo y detallado sobre por qué deberías regalarle un videojuego, y lo justificó con ejemplos de su buen comportamiento.

Cuando mis hijas supieron de tu existencia hace algunos años, de mala gana desempolvé el baúl con decoraciones y cada Navidad puse algunas cosas en la pared. Compramos un árbol de plástico barato tan flaco y con pocas ramas que parecía que no lo robamos de un cerro después de un incendio forestal.  Por varios años ese fue nuestro escenario navideño.

Pero este año fue diferente. Las largas horas en la oficina pusieron en contexto lo mucho que extrañaba estar con mis hijas. El otro día estaban busca de una actividad para hacer con ellas, y por primera vez fui yo quien propuse apartar una tarde para decorar la casa.

Comenzamos con tirar el árbol viejo de plástico a la basura y pasamos una tarde en familia buscando el árbol perfecto. Después fuimos a la tienda y compramos esferas nuevas. La música navideña tocaba en la sala mientras colocábamos las esferas en el árbol.

Pusimos tantas decoraciones que alcancé a escuchar a mi esposa gritarnos desde la cocina que eran demasiadas y que no se nos olvidara que después teníamos que quitarlas. Pero para mis hijas no existe el concepto de poner demasiadas decoraciones. Y si a ellas no les importa, a mí tampoco.

Pasamos la tarde incluso hablando de ti. Sobre dónde vives, qué haces todos los días, cómo recibes las cartas de los niños, cómo sabes si los niños se portaron bien, por qué a veces no les puedes traer todos los regalos que piden los niños, etcétera.

Después se fueron a escribir sus cartas. Una de ellas te va a pedir que por favor no te olvides de las personas necesitadas, especialmente los niños. Yo no quise quedarme atrás, y fue entonces que también decidí escribirte.

Ahora entiendo que la Navidad no es sobre los regalos, los comerciales ni las tiendas. Si fuera más religioso, incluso encontraría un significado aún más grande. Pero no lo soy. Por ahora el solo hecho de que pasemos momentos especiales en familia es suficiente.

Por eso esta carta no fue escrita para pedirte algo. Es solamente para darte las gracias.

En busca de una aventura por la antigua ruta Mojave Road


ImagePara tomar unas vacaciones verdaderas, a veces lo mejor es desaparecer por completo unos cuantos días. Pero tiene que ser un lugar tan remoto que el celular no registre barras de señal y donde los encuentros con seres humanos sean tan esporádicos como una estrella fugaz en la ciudad.

Esto es lo que estaba pensando cuando comencé a planear un viaje de tres días por Mojave Road, una antigua ruta de terracería de 140 millas que atraviesa el desierto Mojave, donde los indios y los vaqueros se dieron con todo en la época del Viejo Oeste.

Mojave Road es uno de los caminos más antiguos de California. Lo utilizaron los indios, exploradores, vaqueros, mineros y hasta el ejército estadounidense justo después de la guerra civil. Era el camino a recorrer para cualquiera que buscaba viajar a California gracias a sus manantiales naturales ubicados cada 20 o 30 millas.

Por ahí pasaron las primeras carretas del U.S. Postal Mail y los bancos que transportaban oro y dinero. Los asaltos y ataques tanto por bandidos e indios eran tan frecuentes que el ejército estableció bases para proteger a los viajeros durante la década de 1860.

La época de oro de esta ruta terminó cuando se construyeron las rieles del tren, las cuales facilitaron el transporte de personas y mercancías del Este a las costas de California. Hoy en día, la ruta está prácticamente en el mismo estado en el que se encontraba hace 150 años.

Que no se dijera más.

Saqué las sillas de niñas de los asientos traseros de mi Jeep Wrangler y en su lugar coloqué provisiones y equipo de supervivencia. Pasé a recoger a un amigo y comenzamos nuestra travesía en la frontera entre California y Nevada. El viaje consistiría en atravesar el desierto Mojave de Este a Oeste sobre Mojave Road.

Cuando le hablé al Ranger para preguntar sobre el estado de la ruta, la oficial contestó que la clausura del gobierno les había impedido actualizar su reporte. El último informe que tenían, de hacía más de seis semanas, era que la entrada por el Este estaba peligrosamente erosionada por la lluvias.

La entrada por el Este consiste en subir una sierra llamada Piute Range que conecta el desierto bajo con el desierto alto, una de las áreas más bellas del recorrido. La primera noche nos cayó en un corral abandonado, donde fuimos serenados toda la noche por una manada de coyotes.

El camino hacia el Oeste nos llevó por caminos arenosos, rocosos y montañosos. Aunque la Ranger nos dijo que Mojave Road era una de las rutas más populares del desierto Mojave, pudimos contar con una mano el número de vehículos que vimos durante el trayecto. Si bien casi no vimos a otras personas, pudimos ver dos borregos cimarrones que subieron apresuradamente una montaña cuando nos vieron pasar.

La segunda noche nos cayó en otro corral abandonado, donde nuestro campamento fue nuevamente serenado por una manada de coyotes. El olor a carne en la parrilla se disipaba en las largas distancias del desierto, y la luz de la fogata era el único brillo en una noche sin luna.

Al siguiente día exploramos unas cuevas creadas por la lava de los muchos volcanes prehistóricos de la zona. Descendimos hacia la parte baja del desierto donde nos encontramos con un lago seco, donde los residuos de sal hacían que el piso pareciera tan blanco como la nieve.

Era el tercer día, y aunque nos acercábamos al final, Mojave Road nos daría una última sorpresa: para salir tendríamos que atravesar una zona de dunas seguida por un cañón gigante que terminaba en un estancamiento de agua que llegaba a la mitad del auto.

Nada que no hubieran podido sobrepasar el sin número de carretas que pasaron por ahí en otros tiempos.

Al salir del desierto sentí la tentación de encender mi teléfono y revisar mi correo electrónico. Había pasado tres días desde la última vez que me conecté al Internet. Pero la noche estaba cayendo y no podía dejar de pensar que era el momento perfecto para hacer otra fogata.

Hola, soy Hiram Soto y tengo un rifle en el clóset


hiramsotoSí, me llamo Hiram Soto y tengo un rifle de alto calibre de 1942 en el clóset. Está debajo de un montón de zapatos que no uso. A veces lo saco a pasear al desierto, donde juego a que soy un soldado que salva al mundo de un ejército invasor de latas vacías de frijoles.

Comparto esto porque es algo que le sorprendería a la mayoría de las personas que me conocen. Y puesto que Enlace extendió su circulación al suroeste del condado de Riverside, ¿por qué no compartir lo más sorpresivo de mí a lectores nuevos como tú? Las trivialidades a veces son la mejor forma de conocer a alguien.

Si estás en Riverside y lees esta columna por primera vez, lo ideal sería que tú y yo nos sentáramos a tomar un café. Así podríamos conocernos mejor, compartir nuestras inquietudes, las cosas que nos inspiran, nuestras familias y trabajos. Pasaríamos horas hablando sobre cómo los republicanos perdieron la cabeza y cómo el mundo es mejor porque las parejas homosexuales ahora tienen los mismos derechos que el resto de nosotros. Criticaríamos a Obama por ser un presidente pasivo que no sabe negociar, y hablaríamos mal del FC América.

Pero será difícil que nos reunamos para un cafecito, en parte porque prefiero tomar cerveza. Por lo tanto, dedicaré estos párrafos para platicarte un poco sobre quién soy. Espero que esto le dé contexto a las palabras que escribo aquí semana tras semana.

Este periódico es mi hogar.

Aquí escribí mis primeras notas como periodista en el año 2000. La editora fundadora, Aída García, me contrató para escribir un calendario de eventos. Fue el segundo mejor trabajo que tuve en la vida (el primero fue trabajar en la cocina de un restaurante de Carl’s Jr.).

Como periodista conocí a mis cantantes favoritos, jugadores de futbol y a otras personalidades. Pero pronto concluí que eran personas mortales como tú y yo, y dejaron de interesarme. Cambié de especialidad y me enfoqué en asuntos locales de política y en reportajes de investigación. Era gratificante recibir cartas de amenazas de abogados de las personas que investigaba, algo que tomaba como una indicación de que hacía bien mi trabajo.

Escribí sobre temas nacionales de inmigración, donde hice crónicas de los intentos fallidos de aprobar una reforma migratoria. En más de una ocasión me puse el cuaderno en la bolsa trasera del pantalón, la pluma en la camisa y un tapabocas y viví varias aventuras cubriendo los incendios forestales de la región.

Estuve con los rescatistas del grupo Ángeles del Desierto cuando encontraron los restos de un inmigrante que murió asfixiado durante los incendios de 2007 en la punta de la montaña Tecate Peak, a 4000 pies de altura. Acompañé al grupo a los desiertos de California y Arizona junto con mi padre, donde encontramos los restos de otros inmigrantes y les dimos a sus familias la oportunidad de enterrarlos con dignidad.

Ver los restos secos y descompuestos de la gente que murió intentando cruzar la frontera me hizo ver la urgencia de una reforma migratoria. Los recuerdos de los difuntos aún me acompañan cuando atravieso por momentos difíciles en mi vida. No sé por qué, pero me dan fortaleza para seguir adelante.

En 2009 dejé de ser un reportero de tiempo completo y pasé a ser columnista. Durante los últimos años he trabajado bajo la dirección editorial de Lilia O’Hara, una periodista de gran trayectoria y la persona a cargo de que no use yo este espacio para escribir ridiculeces.

Mientras todo esto sucedía, en mi casa empezaron a llover niñas. Tres, para ser exacto. “Puro producto para caballero”, como me dijo una cajera en una ocasión, recordándome que aún vivimos en un mundo machista que por suerte a mis hijas les tocará cambiar.

En fin, esto es un poco de mi historia. Espero que esto nos ayude a conocernos un poco. No dudes en mandarme un correo electrónico cuando quieras decir algo. Te prometo que te contestaré. Se aceptan todo tipo de comentarios, buenos y malos.

No te preocupes por el rifle. Siempre está desarmado.

Cruzar la frontera en exceso es nocivo para la salud


ImageAdvertencia: la siguiente actividad es nociva para la salud. Puede ocasionar problemas respiratorios, cardiovasculares y cáncer. También puede generar problemas de nacimiento y aumentar el riesgo de la diabetes.

Podría sonar como la advertencia de una cajetilla de cigarros o una botella de alcohol, pero este mensaje es para todas las personas que cruzan con frecuencia la frontera entre Tijuana y San Diego.

Resulta que cruzar la frontera es malo para la salud, de acuerdo con un estudio de San Diego State University que culpa principalmente a las emisiones de gasolina y diesel de los autos parados en fila. Según el estudio, las personas que cruzan a pie absorben estos químicos cancerígenos a un nivel siete veces mayores al de una persona que vive en San Ysidro.

Así que la próxima vez que hagas tres o cuatro horas para cruzar la frontera y que te encuentres aguantándote las ganas de ir al baño en la comodidad de tu carro, o aguantándote las ganas de ir al baño en la incomodidad de la fila de peatones, acuérdate que la espera también podría matarte.

El cinismo suele ser la única defensa para quienes toda la vida hemos soportado este ridículo ritual de esperar horas para ir de Tijuana a San Diego. Los veteranos de la frontera sabemos que en esta frontera solamente los fuertes perduran. Si Charles Darwin estuviera vivo seguro aplicaría su teoría de la evolución por selección natural para estudiar a esta comunidad fronteriza.

No necesitamos un estudio para saber que cruzar la frontera es nocivo para la salud, aún para lossentrificados, que aunque suelen esperar menos tiempo para cruzar, de cualquier forma deben esperar su turno, el cual cada toma cada vez más tiempo.

Puedo pensar en muchas otras formas en que cruzar la frontera es malo para la salud. Por ejemplo, aguantarse las ganas de orinar. ¿Sabías que esto podría dañar tu vejiga y causar todo tipo de enfermedades? Yo conozco a papás que tienen botellas vacías de agua en el auto en caso de que sus hijos pequeños necesiten ir al baño. O bueno, dicen que es para los niños.

Cruzar puede ser estresante por muchos otros motivos.

Lo peor es estar atorado en la fila sabiendo que vas a llegar tarde a una cita en San Diego, o cuando te toca ir a revisión secundaria en un tan día caluroso que tu camisa se queda pegada al asiento del carro cuando te ordenan bajar del auto.

Es estresante esperar sin poder revisar tu correo electrónico o leer las noticias en tu teléfono porque el dueño de la recepción de tu celular es una compañía llamada Telcel, y si te atreves a navegar internet o mandar una foto te llegará una factura con cargos tan largos como la fila que acabas de hacer.

Encima de eso, yo suelo ir a Tijuana cuando hay fiestas o eventos, lo cual me expone más al consumo de bebidas alcohólicas que dañan el hígado, cigarros que afectan los pulmones y postres que dan diabetes. El otro día comí un callo de hacha porque quería comer algo saludable y terminé con una infección estomacal que duró más de una semana.

No estoy seguro por qué los investigadores decidieron hacer un estudio sobre la salud del cruce fronterizo. Todos sabemos que no es una actividad saludable, especialmente cuando recibes un trato despectivo por parte de un agente malhumorado por pasar el día inhalando gases cancerígenos.

Si el estudio es para presionar a los funcionarios a que agilicen el paso fronterizo, mucha suerte.

El Congreso aún no ha aprobado los cientos de millones de dólares necesarios para terminar la expansión del cruce de la garita de San Ysidro. No lo han hecho a pesar de las pérdidas multimillonarias que generan las largas esperas. Y típicamente les importa más eso que la salud de nuestra vejiga, corazón, pulmones, riñones e hígado.

Lo bueno es que hay doctores buenos en Tijuana. Las medicinas también son más baratas.

Nada sorprendente el anuncio amoroso en Barrio Logan


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Por más que quiero dejarme sorprender, me cuesta trabajo encontrar algo extraordinario en el anuncio del millonario que compró un espectacular en Barrio Logan con el mensaje: “Todo lo que quiero para Navidad es una novia latina”.

Primero, no me sorprende que Marc Paskin, un residente de 63 años de La Jolla, busque a una mujer latina. Son las mejores que hay. Yo mismo busqué y me casé con una bella mujer latina que escogí entre un mundo de anglosajonas cuando cursaba la universidad.

Buscaba a una mujer latina porque quería criar una familia similar a la mía, con buenos valores familiares y con esa actitud optimista, comunitaria y alegre que solemos tener los hispanos. Parece que Paskin busca lo mismo, según una entrevista que le dio a mi amigo y columnista de UT San Diego, Matt Hall:

“Son gente bonita y amable. Están muy orientadas hacia la familia, y me gusta el hecho de que la familia es muy importante para los mexicanos y las latinas. Me gusta su cultura”, dijo Paskin.

Segundo, a nadie le debe sorprender que Paskin haya gastado 4 mil dólares al mes en un espectacular buscando a la mujer de sus sueños. Hizo lo mismo hace 10 años, luego de la muerte de su esposa, y conoció a una novia con quien duró alrededor de un año. Además, para un millonario como él, esos 4 mil dólares son probablemente el equivalente a una inscripción de 9.99 al mes de un sitio de amor en internet para personas como nosotros, que soñamos con algún día ser millonarios como él.

Quienes conocen a Paskin seguramente tampoco se sorprenderían de su inusual y muy público aviso de ocasión. Él es un millonario al que le gusta estar bajo los reflectores de la atención pública, y generalmente por una buena causa.

El año pasado participó en un programa de televisión llamado Millonario secreto en el que donó 125 mil dólares a un vecindario necesitado de Detroit. Y después le pagó el departamento por un año a una mujer de El Cajón cuya hija y madre fueron asesinadas por su esposo, de quien se había separado.

La reacción al anuncio ha sido variada. Algunos lo consideraron ofensivo (alguien incluso destruyó una parte del anuncio) mientras que otros lo consideraron un halago. Algunas mujeres no se tardaron en mandarle un mensaje.

Paskin dijo que recibió 15 mil correos electrónicos en solo 24 horas. Entre ellas estaba una amiga mía. Ella es una latina joven, bonita y encantadora. Y quizás más importante para Paskin, es soltera. Le mandó algunas fotos y él contestó amablemente solicitando hablar por teléfono primero para ver si había química.

Pero después ella se arrepintió. Prefirió no seguirle el hilo porque no tenía intención de establecer una relación con él.

Como varios solteros amigos míos que conozco, ella tiene experiencia buscando amor en internet. Y como varios de ellos, no han tenido suerte. La historia más o menos es la misma: encuentran gente interesante pero nadie con quien deseen casarse o establecer una relación a largo plazo.

El anuncio del millonario Paskin deja claro lo difícil que es encontrar una pareja hoy en día. Incluso cuando eres joven y bella. Incluso cuando eres millonario y soltero.

No me sorprendería que Paskin tenga que comprar más anuncios espectaculares en otras ciudades del condado.