Arizona law clouds Congressman Brian Bilbray’s judgment


MSNBC host Chris Matthews asked Congressman Brian Bilbray if he could offer a non ethnic aspect in which a police officer could stop someone who they suspect was in the country illegally. To which he answered: “They will look at the kind of dress you wear, there’s different types of attire, right down to the shoes, right down to the clothes.”

That left me scratching my head.

So I called him. My phone call wouldn’t be much of an inconvenience, I assumed. After all, as one of his constituents, he calls me and leaves me messages all the time letting me know about his work in Washington DC.

I almost feel like we’re friends.

I figure if he could teach me how to judge people by their clothes, maybe I would learn how to single out thieves and other ominous people. Maybe I could even tell whether a boyfriend is good fit for one of my daughters.

Bilbray was unavailable. He was probably working on a very important project, and I’m sure I’ll hear about it when he calls me with an update. But I did manage to speak with Fritz Chaleff, his communications director.

He defended his boss’ comments. He argued that the clothes people wear can reveal whether somebody is doing something illegal. He explained, for example, a gentleman wearing a suit and tie at the beach and wearing running shoes.

“Something is not right with that,” he said.

It’s funny he said that.

He obviously never met Nick Inzunza, the former mayor of National City, because that’s precisely what he wore. He wore a suit and a tie and running shoes.

Although he might be guilty of other things, such as bad taste and treating his tenants poorly, he is an American citizen. Poor Nick. I hope he doesn’t go dressed that way on his next trip to Arizona or he he’ll be sent to Mexico.

I also asked Chaleff if the congressman was at all concerned about a police officer stopping US citizens or legal permanent residents simply because of the color of their skin.

Nope. He doesn’t.

The truth is this law allows police officers to detain people not because of the clothes they’re wearing but solely on the basis of their appearance: dark hair, dark eyes and dark skin. The clothes argument is just a way to negate the obvious: this law legalizes racial profiling.

The law was signed last week by Arizona Gov. Jan Brewer, but it won’t take effect until late July or the beginning of August, if it survives the barrage of legal affronts. The good thing about this law is that it is bringing illegal immigration back to the national consciousness. Congress might actually move on immigration reform because of it.

I’ve covered immigration for many years, and I’ve learned that it’s hard to single out illegal immigrants. I can think of several instances in which I would go to a day labor site where you would assume day laborers were illegal immigrants.

But that wasn’t the case.

I often found myself speaking to legal residents or citizens. And yes, there were some who were in the country illegally.

So I learned that it was best not assume anything when it came to illegal immigration.

In case you didn’t know, Bilbray is one of those politicians with a penchant for blaming undocumented immigrants for many social ills.

The Republican congressman rarely passes up the opportunity to remind me and my neighbors of the 50th District in San Diego County that he is working hard to fight illegal immigration.

But he outdid himself when he said on national television that it’s possible to sniff out illegal immigrants just by looking at them.

If I ever get to talk to him when he calls my home, my advice to the congressman would be to stay away from generalizing people when it comes to illegal immigration. I would tell him that I would never say that all white Republican politicians are prejudiced against Latinos. Athough I would certainly agree that some of them are.

Nueva ley de inmigración es una vergüenza para Arizona


La cosa está fea en Arizona.

La nueva ley de inmigración
que aprobaron los políticos de ese estado ha generado encabezados nacionales por su frialdad y dureza no solamente contra la comunidad indocumentada sino contra todas las personas con aspecto latino.

La parte más controversial de esta ley es una cláusula que autoriza a la policía de las municipalidades a revisar el estatus migratorio de cualquier persona que pudiera estar en el país ilegalmente, y arrestarla si es indocumentada.

O sea, cualquier persona de piel morena o con acento que no cargue documentos en todo momento podría ser deportada, como el actor Cheech Marin en la comedia de los 1980 Born in East L.A.

Para que te des una idea del alcance de esta nueva legislación, es el equivalente a que cada oficial del orden público sea como su propio retén de inmigración, similar a los que vemos al salir de San Diego por las autopistas hacia el norte y el este.

Así de feo está.

Es una pena que Arizona esté peleado contra su destino.

Los latinos no van a irse de Arizona, principalmente porque la mayoría son residentes legales o ciudadanos que tienen varias generaciones ahí. Es más, constituyen más de 30 por ciento de la población. Y por si fuera poco, hoy en día la mitad de todos los estudiantes hasta la secundaria son latinos, así como alrededor de la mitad de los bebés que nacen en ese estado.

Así que Arizona va a ponerse más cafecito con el tiempo.

¿Y la comunidad indocumentada, la que supuestamente es el blanco de esta ley?

De los casi siete millones de personas que viven en Arizona, unas 500 mil carecen de documentos. En otras palabras, la ley afectará a más residentes legales y a ciudadanos que al grupo que buscan marginar los políticos de ese estado.

¿Qué sentido tiene atormentar a toda la población latina debido a la comunidad indocumentada?

Ahora eso no quiere decir que Arizona no tenga un problema serio con la inmigración ilegal. Es principalmente por Arizona por donde el crimen organizado trafica drogas y personas. No es raro encontrar paquetes de droga tirados en medio del desierto, abandonados por los traficantes.

Pero esta ley es una exageración nacida de la mente de un funcionario republicano que ha dedicado los últimos años de su vida política a formular leyes que le hacen la vida de cuadritos a los indocumentados, y por extensión a los latinos en general.

Se llama Russell Pearce y es un miembro del Senado de Arizona.

Es un ex oficial del Departamento del Sheriff del Condado de Maricopa, hoy en día liderado ni más ni menos que por Joe Arpaio, quizá la figura pública antiinmigrante más conocida del país.

Por más que Pearce alega que su ley no es racista, es difícil ver lo contrario.

Éste es un tipo que en 2006 difundió un correo electrónico a sus conocidos y amigos cuya fuente era un grupo extremista racista. Pearce dijo después que desconocía la fuente del correo y se disculpó. Aunque no puede negar que estaba de acuerdo con el contenido de un mensaje racista.

Después, en 2008 patrocinó una ley que buscaba prohibir en las universidades del estado el establecimiento de grupos cuya membresía se basaba en parte o en su totalidad en la raza de sus miembros, o sea grupos como MEChA y asociaciones de estudiantes afroamericanos.

Además, ha sido fundamental en la aprobación de otras leyes, incluyendo la primera en el país que multa a los empleadores que no se aseguran de que sus trabajadores estén en el país de manera legal. Asimismo, Arizona cuenta con una ley que vuelve un delito el acto de otorgar prestaciones gubernamentales a inmigrantes indocumentados.

Esta nueva ley también prohíbe a los jornaleros pedir trabajo en las calles de Arizona, y estipula que los ciudadanos pueden demandar a las ciudades que se rehúsen a cumplir la ley al convertirse en santuarios de la comunidad indocumentada, así dando más poder a grupos extremistas como los Minutemen.

Pero a pesar de estas leyes, la comunidad latina de ese estado seguirá creciendo. Esos niños que hoy están en la escuela seguirán sus estudios en las universidades, y algún día se convertirán en políticos poderosos que le darán vuelta a estas leyes que nacen del egoísmo, la ignorancia y el odio.

Mientras tanto Arizona seguirá lastimando y tratando de aplastar a la comunidad que representará gran parte de su futuro. Sí, la cosa está fea en Arizona. Y seguirá así por un buen rato más.

Intérprete federal es un enlace entre dos mundos


Rebeca Calderón habla todo el día en el trabajo, pero rara vez dice lo que piensa.

A veces es la voz autoritaria de un juez impartiendo justicia con la frialdad de la imparcialidad. A veces es la voz de una víctima derramando emociones en el banquillo de un juzgado, describiendo actos horrendos que vivió o presenció. Su cuerpo es pequeño y su voz dulce, pero aún así Calderón puede ser la voz de un narcotraficante o un pollero, o de un inocente desesperado luchando por su libertad.

Calderón es una intérprete en los juzgados federales de San Diego.

Tiene desempeñando este trabajo desde 1978, cuando se contrataron los primeros intérpretes federales en San Diego. Hoy comanda a un equipo de 14 profesionistas provenientes de nueve países del mundo hispano.

Siempre me han impresionado los intérpretes; seres cultos dueños de esa invaluable habilidad de moverse con facilidad entre dos idiomas, entre dos mundos. La conocí hace varios años cuando fui su alumno en el programa de interpretación de la Universidad de California San Diego Extensión, desde donde cultiva la siguiente generación de intérpretes.

Le pedí unos momentos de su tiempo para qué compartiera algunas de las experiencias de esta profesión que literalmente da presencia jurídica a quienes no hablan inglés, porque en el sistema legal estadounidense no hablar el idioma que es el equivalente a no estar presente en un juicio, y eso es inconstitucional. Por ley toda persona tiene derecho a pedir un intérprete.

A pesar de los años interpretando casos de secuestros, lavado de dinero, tráfico de drogas y violaciones a las leyes de inmigración, entre otros delitos federales, Calderón dice que sigue enamorada de esta profesión de la cual dependen tantas personas.

«Es una gran responsabilidad», dijo Calderón, de 58 años, después de un día largo en el trabajo en los juzgados del centro de San Diego.

«Está en juego la libertad, la propiedad y a veces la vida de un individuo».

La interpretación es un baile delicado de palabras que buscan un equivalente en otro idioma. Un pisotón en esta pista de baile podría costarle caro a cualquiera de las partes involucradas en un juicio, algo que Calderón ha aprendido en los cientos si no miles de casos que ha trabajado.

En una ocasión una persona en el banquillo dijo que él no pudo haber cometido el delito por el cual se le acusaba porque se encontraba celebrando el Día de las Madres en México. En ese momento el fiscal interrumpió y dijo algo como «Su señoría, quisiera señalar que el Día de las Madres fue en un domingo y que por lo tanto el acusado tendría tiempo suficiente para cometer el delito», dijo.

Para lo que respondió Calderón algo como: «Su señoría, la intérprete quisiera aclarar que en México el Día de las Madres siempre es el 10 mayo y no el segundo domingo del mes como en Estados Unidos. El Día de las Madres en México fue un miércoles».

En la interpretación legal la precisión es clave, aunque a veces no siempre es alcanzable.

Alguien puede decir algo tan sencillo como «Yo trabajo en una lechería», que en inglés pudiera ser un rancho con vacas que produce leche o una tienda que vende leche. Los casos más difíciles son cuando no existen equivalentes en el otro idioma porque los sistemas legales son diferentes, como en el caso de Grand Jury, traducido literalmente a Gran Jurado, un concepto que no existe en México. (En esos casos se explica lo que es).

«El reflejar de manera exacta lo que representa algo en otro idioma es un gran logro y es lo que valoras», dijo Calderón.

Además de ser una profesión de gran responsabilidad, la interpretación legal está en gran demanda y paga bien. Los intérpretes de los juzgados estatales en San Diego ganan hasta 75 mil dólares al año. Los intérpretes de los juzgados federales ganan más de 100 mil al año.

Y siempre hay trabajo.

Para ser intérprete legal se necesita aprobar un riguroso examen por escrito y hablado que demuestre un amplio dominio de ambos idiomas. Los exámenes federales son más rigurosos que los estatales.

El crecimiento de esta profesión es indiscutible: en el 2008 los juzgados federales de San Diego necesitaron intérpretes en casi 20 mil casos. Hoy es el número ha aumentado a más de 22 mil, no solamente español, sino de todo tipo idiomas, incluyendo mixteco alto.

A pesar de los años, Calderón todavía sienten nervios cuando se coloca el micrófono y se convierte en la intermediaria entre personas de culturas y niveles socioeconómicos diferentes. Está preparada para interpretar tanto la jerga de los cholos como de los académicos.

Pero no por eso puede bajar la guardia. Siempre tiene que seguir estudiando, aprendiendo, buscando los equivalentes de las palabras y los gestos para que el idioma no sea un obstáculo de una justicia que aspira a ser ciega.

Eso es lo que más la apasiona de esta profesión.

«Una vez que te atrapa es difícil dejarla.»

Our border lifestyle is slowly dying


Other business owners would have given up a long time ago. But it’s hard to close a store your parents bought from the meager profits of selling cigarettes and sombreros in the streets of Tijuana.

Even though the last two years have been the hardest for Angie’s Place, a Mexican arts and crafts store on Revolution Ave., Angelina Velazquez refuses to give up. She is 77 and determined to turn around the store her parents sacrificed so much to buy.

Days go by without selling a single item, but she still manages to pull through. Some weeks she pays her employees only part of their salary.

The point is to stay open, she says.

“I do it to honor my parents.”

She reminded me of how much we’ve lost as border residents in the last 10 years.

It wasn’t long ago that I would go to Tijuana just to eat some street tacos, the best in Mexico. I used to go to restaurants, movies and I would cross at a moment’s notice to see friends and family.

The only downside was a long but tolerable wait to cross back into San Diego.

But now things are about to get even harder for people whose livelihood depend on tourists or visitors from north of the border, and generally for people who cross the border on a regular basis.

The long waits of late to cross into Mexico will become permanent in January when the Mexican government completes a port modernization that includes new security measures designed to stem the flow of weapons and money from the U.S.

The purpose is to weaken Mexican drug traffickers.

I wonder how effective these new measures will be given the U.S. spends billions of dollars more in border security, but only manages to intercept a small quantity of drugs and other contraband.

The long waits to cross into Mexico are just another blow to our border lifestyle, which has been slowly dying.

The new security measures put in place after the September 11 attacks made the long lines crossing north longer and slower. Then came the kidnappings and beheadings, which scared many away.

The recession took away our disposable income, and if that wasn’t enough, the U.S. government made us spend time and money getting a passport just to cross back to San Diego.

A passport to go to Revolución?

Now we’ve come full circle with long lines to cross into Mexico.

One more excuse not to visit Baja California.

I sympathize with the thousands of families that will now have to spend more time in their cars instead of with their families. It seems Mexico City, like Washington D.C., forgets that people work and live on both sides of the border.

Some, like Velazquez, refuse to give in.
Her store on 4th and Revolution has given her a comfortable lifestyle and helped finance the college education of several family memberS, some of whom live and work in San Diego.

These days, Velazquez says Europeans are keeping her store alive.

It seems they are the only one who still get excited about taking a photo in Mexico wearing a sombrero and sitting on a donkey dressed as a zebra.

I’m glad someone still has the luxury to cross to Tijuana just to have fun, even if they have to come from the other side of the Atlantic. And that’s a good enough reason for Velazquez to stay open.

“I wouldn’t like to see Europeans visiting Tijuana and nobody there to welcome them.”

Nuestro estilo de vida fronterizo está muriendo


Otros empresarios hubieran cerrado el negocio desde hacía tiempo. Pero es difícil clausurar una tienda que tus padres compraron vendiendo cigarros y sombreros a turistas en las calles de Tijuana.

A pesar de que los últimos dos años han sido los peores en la historia de Angie’s Place, un puesto de curiosidades en la avenida Revolución, Angelina Velázquez se rehúsa a darse por vencida.

A sus 77 años insiste en sacar adelante la tienda que tanto lucharon sus padres por comprar.

Qué importa si pasan días sin que la tienda venda un solo artículo o si tiene que pagar a sus empleados en abonos.

Lo importante es mantenerse abiertos.

“Lo hacemos por honrar a nuestros padres,” dijo Velásquez.

Su historia me hizo pensar en que tanto hemos perdido los residentes fronterizos durante los últimos 10 años.

No hace ni 10 años que yo solía ir a Tijuana simplemente a comer unos tacos. Iba a restaurantes, al cine y a fiestas con familiares o amigos. La única inconveniencia era hacer una fila larga pero tolerable para regresar a San Diego.

Las cosas prometen ponerse aún más difíciles para todos aquellos que dependen de los turistas o visitantes del norte de la frontera, y en general para todos los que cruzan cotidianamente.

En enero se harán permanentes las nuevas medidas de seguridad en la garita para cruzar a Tijuana, y con ello vienen dos situaciones inminentes: más demoras para cruzar a México, y para los turistas y viajeros recreativos, una excusa más para no visitar Baja California.

El gobierno mexicano está en proceso de modernizar sus garitas para combatir el tráfico ilícito de armas y dinero lavado proveniente del norte.

La idea es debilitar a los narcotraficantes privándolos de estos dos elementos esenciales para ellos.

Pero no estoy seguro de qué tan efectivas serán estas medidas.

Los Estados Unidos gasta miles de millones de dólares más en seguridad fronteriza y no es ningún secreto que sólo logran interceptar una pequeña parte del contrabando que estos mismos narcotraficantes mandan al norte a través de sistemas sofisticados de distribución

Lo más probable es que las demoras reduzcan aún más el número de personas que visitan Tijuana y la costa de Baja California, y que gastan los dólares que tanto necesitan empresarios y familias al otro lado de la frontera.

No deberíamos sorprendernos. La frontera se ha venido haciendo más chiquita desde hace varios años.

Primero los ataques del 11 de septiembre de 2001 propiciaron que se alargaran las filas para cruzar al norte.

Después los secuestros y decapitaciones en Tijuana se encargaron de asustar hasta a los turistas más tercos.

Después vino la recesión, y por si no fuera poco, el gobierno estadounidense nos hizo gastar dinero en un pasaporte para poder reingresar a San Diego.

Y el colmo es que ahora tenemos que hacer filas largas también para entrar a México.

Este nuevo obstáculo promete reducir la calidad de vida de miles de personas que viven o trabajan en uno u otro lado de la frontera ya que ahora pasarán más tiempo en sus carros en lugar de estar con sus familias.

A pesar de que casi no hay turistas en la avenida Revolución, Velázquez siente un gran apego a su tienda de curiosidades.

Gracias a ese puesto entre la calle Cuarta y Revolución, su familia logró mandar a sus hijos a universidades en México y los Estados Unidos.

Incluso algunos de ellos son profesionistas en San Diego.

No todos en su familia pudieron darse el lujo de permanecer abiertos.

Dos de sus hermanas también tenían negocios ahí, pero ellas ya desocuparon los puestos y ahora los locales están en renta.

Velázquez dijo que la tienda sobrevive prácticamente de los turistas europeos, que aún se emocionan por tomarse una foto en México con un burro pintado de cebra y un sombrero mexicano.

Parece que son los únicos que pueden darse el lujo.

Para nosotros los obstáculos son ya muchos para cruzar la frontera más transitada del mundo y es una pena que Tijuana tenga que depender de turistas del otro lado del Atlántico.

Para Velázquez, sin embargo, son su única esperanza.

“No me gustaría que vinieran los europeos y que no haya alguien que los reciba.”

Arquiteco renombrado pierde más que su hogar


Aunque no lo sea, Arturo Pacheco se siente culpable por todo lo que ha pasado.

Hace apenas un par de años tenía una compañía constructora en Tijuana que desarrollaba proyectos en la costa de Baja California, un negocio que por casi 20 años le dio a él y a su familia una vida cómoda en un suburbio de Chula Vista.

Hoy está desempleado porque la mayoría de los inversionistas que venían de Estados Unidos han desaparecido. Perdieron la casa a pesar de muchos intentos por salvarla, y ahora tienen hasta el final del mes para desocuparla.

Aunque nunca trabajo aquí, Pacheco adquirió el estilo de vida de clase media estadounidense. Compró casa en 1991, carros, y sus hijos asistían a clases de hockey, un deporte caro en San Diego.

Hoy todo es un contraste.

“Vivimos al día”, dijo el arquitecto de 54 años.

Mientras Pacheco me contaba su historia en la cocina de la que alguna vez fue su casa, yo no dejaba de reflexionar en la experiencia de mi propia familia cuando emigramos a Estados Unidos.

Nosotros huimos de la crisis mexicana de 1995. La compañía constructora de mi papá también había quebrado. Afortunadamente mis padres habían comprado una casa en Chula Vista, y fue ahí donde nos mudamos.

Como en la casa de Pacheco, nuestra cocina también tenía bolsas de mandado en la mesa que nos habían regalado amigos y parientes.

Igual que Linda, la esposa de Pacheco, mi mamá también había regresado a trabajar después de más de 20 años de estar dedicada al hogar.

Aun así, los cheques no eran suficientes ni en cantidad ni frecuencia.

Eran tiempos muy difíciles, especialmente para mi papá, quien estaba acostumbrado a realizar grandes proyectos de construcción para el gobierno y más importante proveer para su familia.

Además tenía su lugar en la sociedad.

En Tijuana era el Ingeniero Soto. En San Diego era un desempleado más.

Cuando llegó a Estados Unidos pensó que su vida profesional sería una extensión de sus logros en México. Pero las cosas no fueron así. Como Pacheco, hablaba poco inglés y no podía ejercer su profesión.

Se sintió un inútil, y aunque nunca lo dijo explícitamente, estaba deprimido.

Trabajó por un tiempo archivando documentos en un consultorio médico. Caminó con la frente en alto cuando tenía que barrer las banquetas de un complejo habitacional de viviendas subsidiadas, donde se encontró con dos albañiles que trabajaron para él en Tijuana.

“Ingeniero, ¿es usted?”, le preguntó uno de ellos que reconoció a mi papá Cuando él les llamó la atención por haber tirado basura. ¿Qué está haciendo aquí?”.

“Pues trabajando como tú”, le contestó.

Pacheco ya se hizo la idea de que en este momento tiene que trabajar en lo que sea.

Solicitó empleo en una bodega cargando cajas, pero no se lo dieron. Piensa que fue por su edad y porque no es una persona musculosa.

También le solicitó empleo en una gasolinera, pero nunca le hablaron.

Mientras busca un nuevo hogar y un empleo, Pacheco se inscribió en clases de inglés y en un programa de certificación de inspector de construcción, algo que hizo mi papá en su momento.

Mis papás tuvieron que pasar muchas noches sin dormir por los problemas y mucho sacrificio para traer comida a la mesa antes de que por fin comenzarán a salir adelante.

Hoy en día mi papá es contratista y está compitiendo en un concurso por un contrato con el gobierno federal. Mi mamá dejó su trabajo de secretaria y se convirtió en una de las agentes de bienes raíces más exitosas de su oficina.

Es difícil decirle a alguien como Pacheco que todo va a estar bien.

Pero si la historia es un indicador, tarde o temprano estará.