Para AMLO, las buenas intenciones no son suficientes


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Siempre con buenas intenciones.

La sangre parecía aún fresca en la camisa blanca de rayas de Andrés Manuel López Obrador. Su mirada fija denotaba indiferencia al descalabro que sufrió durante las manifestaciones en contra de Pemex en su natal Tabasco. Sus brazos cruzados revelaban la personalidad desafiante que muchos conocemos.

Así aparecía en la portada de la revista Proceso en 1996, cuando lideró un bloqueo de los pozos de Pemex exigiendo, entre otras cosas, indemnización a los indígenas y residentes de la región que habían sido afectados por la contaminación de la ineficiente y corrompida petrolera mexicana.

Es difícil cuestionar el carácter de una persona que pone su seguridad en riesgo por el bien de otros, y que durante su vida política ha demostrado estar del lado de los desprotegidos, los que tienen menos dinero, oportunidades, educación y menos acceso a la justicia.

Sin embargo, es fácil cuestionar los objetivos que propone para el país y los métodos que planea usar para lograrlos. En el caso de AMLO, sus buenas intenciones se quedan cortas a las realidades del mundo moderno y globalizado.

Tomemos como ejemplo su campaña y su comunicación con el público. Su portal de internet parece un blog amateur. En ningún lugar aparecen sus propuestas claramente trazadas y explicadas en una forma fácil de entender, como debería tener un candidato de categoría. Es algo extraño que alguien que se queja constantemente de la desinformación no pueda establecer una plataforma digital para comunicar su mensaje y promover sus proyectos. ¿Así se comunicaría Presidencia bajo AMLO?

A veces, sin embargo, el problema no es cómo comunica un mensaje, sino el mensaje mismo.

Su negativa de privatizar a Pemex es una opción falsa entre el nacionalismo y el progreso. Los gobiernos no deben estar sacando petróleo del fondo del mar. Ése no es su trabajo. Su labor es regular a las empresas que se especializan en hacerlo para que lo hagan de una forma responsable, tanto social como ecológicamente. Pemex necesita alianzas y acuerdos con sector privado que promuevan la eficiencia, transparencia y que generen un lucro que beneficie a todos. Eso sí sería un gran acto de nacionalismo.

AMLO frecuentemente habla de la independencia alimentaria.

Suena bonito soñar que México pueda algún día ser autosuficiente en la producción de alimentos. ¿Pero en realidad es necesario? En un mundo globalizado, los mercados son los que dictan la oferta y la demanda de productos y establecen el precio de los mismos. El papel del gobierno es asegurarse de que todos sigan las reglas del juego para que unos no se aprovechen de los otros, e intervenir selectivamente cuando las fuerzas ciegas del capitalismo amenacen con el bien colectivo.

No tiene caso producir alimentos si los vas a producir de manera ineficiente y costosa simplemente para decir que el país es autosuficiente o para emplear gente en industrias que tarde o temprano serán consumidas por las fuerzas globales del capitalismo.

Por otro lado, AMLO tiene propuestas interesantes para reactivar la economía, incluyendo inversiones multimillonarias en la construcción de proyectos masivos, incluyendo presas, refinerías, aeropuertos, carreteras, y trenes de alta velocidad que conecten al país. Es la misma estrategia que propone el presidente Barack Obama en Estados Unidos para generar actividad económica, y el mismo que exitosamente utilizó el presidente estadounidense Roosevelt para sacar adelante al país durante una época de recesión global y guerra durante la primera parte del siglo pasado.

Tiene sentido matar dos pájaros de un tiro en momentos de incertidumbre global: generar empleo y reactivar la economía. Pero estas son soluciones temporales. No hay que poner demasiada fe en lo que puede hacer el gobierno. Al final, es la industria privada la que generará trabajos bien pagados y duraderos. Es el trabajo del gobierno asegurarse que todos tengan acceso a la educación y que las escuelas enseñen las habilidades del mañana.

Faltan tan solo unas semanas para las elecciones en México, y las encuestas muestran que AMLO continúa acercándose al puntero, Enrique Peña Nieto del PRI. Sin duda se ha beneficiado de las manifestaciones de los estudiantes en contra del regreso del PRI.

AMLO es un luchador admirable por los intereses de los pobres, y México es un país que tiene muchos pobres. El electorado tendrá que decidir si sus propuestas podrán convertirse en más que buenas intenciones.