Amor en tiempos de copa


El amor te hace hacer cosas extrañas.

Cegado por la pasión, eres capaz de pasar vergüenzas humillantes y aún regresar por más. Perdonas errores que arruinarían cualquier otra relación. Defiendes el amor como guerrero, incluso ante las críticas de tu propia familia. Y a pesar de que no siempre eres correspondido, mueves la colita como un cachorro al ver a su amo.

Por lo menos así se siente ser un aficionado de la selección mexicana de futbol.

Puede que no te guste este deporte. Puede incluso que tú seas una de esas personas que alguna vez sintieron todo esto, pero que decidieron terminar esta relación poco saludable después de algún fracaso escandaloso, como la derrota ante los Estados Unidos en el Mundial de Alemania de 2002.

Pero será difícil que escapes los efectos de la Copa del Mundo Sudáfrica 2010, que comienza el viernes 11 cuando el equipo anfitrión reciba a nuestro amado tricolor.

Si fuera inteligente, apagaría la televisión y me encerraría un mes en mi casa para no enterarme de nada. Dejaría de contestar el teléfono para no recibir noticias dolorosas. Evitaría el internet a toda costa. Pero de nada sirve pensar todo esto. Éstas son decisiones del corazón, no de la mente.

Con suerte evitarás encontrarte con gente tonta como yo.

Si eres un patrón, no te sorprendas si alguno de tus empleados llega tarde, si es que llega. En estos casos es mejor comprender que a veces los empleados se enferman o que tienen que atender alguna emergencia familiar.

Apóyalos. Te conviene.

Un empleado que es consentido es un trabajador más feliz y productivo. Además, probablemente no serán más de tres ausencias las que tendrás ya que México está en el grupo que incluye a Uruguay y Francia.

Tendrás también que poner tu parte como consumidor.

No te quejes con el gerente si te sirven el plato equivocado durante las próximas cuatro semanas. Cuando escuches gritos de euforia viniendo de la cocina del restaurante, no lo tomes como burla. Finalmente, ellos preferirían estar en casa y no haciendo tus chilaquiles. Además, es culpa de los patrones por no haberlos dejado ausentarse.

Sí, puede que no te guste el futbol.

Aún así, difícilmente escaparás de los efectos de una Copa del Mundo.

No es por nada que el partido entre México y Argentina en el mundial del 2006 fue el evento televisivo más visto en toda la historia de la televisión en español en los Estados Unidos, con 6.7 millones de televidentes.

Si viste ese partido, entonces conoces cómo generalmente terminan las cosas para México.

Los de verde son dueños y señores de la cancha, juegan lindo y bonito, y sacan la casta en los momentos más difíciles. Pero algo sucede cuando nuestros delanteros se encuentran ante la portería contraria, y fallan desastrosamente. Momentos después, el equipo contrario mete un gol de otra galaxia y manda a nuestros jugadores a las regaderas.

Las casas de apuestas ya se la saben. Una de ellas dice que las probabilidades de que México gane el mundial son de 114 a 1. Y cualquier persona que esté considerando atreverse a apostar por México se encuentra con esta advertencia:

«México siempre va a la Copa del Mundo y es un equipo que se la pone difícil a todos pero que rara vez gana. Las probabilidades dicen que éste es un equipo que debe ser respetado, pero que no debería dar miedo.»

La verdad duele e incomoda.

Si eres la esposa de uno de estos aficionados locos, no discutas con él cuando te diga que este mundial será diferente. Te dirá que es la mejor generación de jugadores en la historia de México.

Pero no olvides abrazarlo en esos momentos difíciles.

Apapáchalo. Consuélalo. Apóyalo. Alivia su corazón roto.

Te necesita, aunque te rehúses a aceptar que tenga dos amores.

En poco tiempo comenzará de nuevo el proceso para el próximo mundial, y todo quedará en el pasado: las vergüenzas, los errores, las críticas.

Pero él no aprenderá de la lección.

En cuatro años ahí estará otra vez esa pobre alma, con la mesa llena de botanas y cervezas, con banderas, camisetas y sombreros, solo y a las 3 de la mañana si es necesario, lleno de ilusión, moviendo la colita, feliz de la vida.

No te asustes.

Es el amor después del amor.